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EL BASQUET, MI PRIMERA PASION
A mis padres siempre les gustó el deporte. Y, por consecuencia, nos inculcaron ese amor por correr detrás de una pelota, sea de básquet, de fútbol o de cualquier otro deporte. Carlos, mi papá, es un amante del básquet y jugaba en uno de los equipos del club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque (GEVP), mientras que Tita, mi mamá, era fanática de la pelota al cesto (hoy cestoball). Cuando yo tenía apenas tres años, mis padres se dieron cuenta de cuánto me gustaba el básquet y me anotaron junto con mi hermano Nicolás en la escuelita de básquet de GEVP, donde ya jugaba Federico, nuestro hermano mayor. La imagen que guardo de esos hermosos años es que yo salía del jardín y me iba directo para el club, donde pasaba largas horas intentando embocarla en el aro, o bien picando la pelota. Es decir, divirtiéndome con chicos que tenían la misma pasión que yo: jugar al básquet. Y, cuando volvía a casa, mamá me enseñaba, de a poco, cómo perfeccionar la técnica: ponía dos banquetas en el garage y me mostraba de qué manera esquivarlas, como si fueran jugadores. Pero ya nos habíamos mudado a nuestra casa, así que los vecinos no sufrían más por mi culpa... Fui creciendo y mi locura por este fantástico deporte aumentaba tanto como la cantidad de horas que yo pasaba en GEVP. Mi papá nos llevaba a ver los partidos de la Primera, y en los intervalos de estos encuentros o en los que jugaba mi papá con los veteranos, nos metíamos con mi hermano Nico a tirar al aro y eso me fascinaba porque yo miraba las tribunas y me imaginaba jugando con un estadio repleto de gente. En el básquet de GEVP estuve practicando siete años: desde los cuatro hasta los once, cuando decidí volcarme al fútbol definitivamente. Comencé en la escuelita, pase por premini, después mini y dejé cuando comenzaba infantil. Tengo gratos recuerdos y me vienen a la mente los nombres de mis técnicos, el "Pollo" Balbis y el "Pato" Prandi, ya que ellos me brindaron mucho afecto, al margen de corregirme errores técnicos y de explicarme cómo jugaba un base, mi puesto preferido. Desde mis comienzos siempre jugaba con chicos más grandes, pero como todos me cuidaban y me protegían yo agarraba la pelota sin complejos. En GEVP me sentía querido, si hasta en ese club nace mi apodo. ¿Cómo fue? Yo era chiquito, muy flaco y rubio como un personaje de TV que se llamaba Cuchuflito. Entonces, en el club me pusieron ese sobrenombre que luego se deformaría en el actual: Cuchu. Se dice muchas veces que uno tiene memoria selectiva y que se acuerda de lo que quiere. Y bueno, aquí les contaré algunas cosas simpáticas ligadas al básquet. En la década del 80, el equipo más importante era Ferro, un gigante dentro del deporte sudamericano. Entonces, ir a jugar al gimnasio de Ferro, el Etchart, era lo más lindo del mundo, como si hoy un chico de ocho años apareciera jugando al fútbol en el Monumental. Tuve la suerte de disputar tres partidos allí y ganar uno. Aquella mañana la fórmula para ganarles a los mejores fue la siguiente: yo robaba la pelota, se la daba a mi hermano Nico que la tiraba largo hacia adelante y ahí aparecía Nicolás Diez (años más tarde también jugador de fútbol profesional) para embocarla. Qué manera de festejar ese triunfo. Pero hubo otros compañeros, y no me puedo olvidar de Gastón Castro y Fernando Festa, con los cuales íbamos al jardín, también fuimos compañeros en el secundario y hasta nuestros padres habían jugado juntos en GEVP; de Julián López Delgado, de Esteban Martínez, de Gaspar Costa y muchos mas con los cuales hemos pasado grandes momentos. El otro partido que me quedó grabado a fuego fue un triangular en el Club Parque, donde ya jugaba al fútbol, pero defendiendo los colores de GEVP. Justo nos toca la final contra Parque y lo que voy a contar parecerá de película, pero fue verdad: perdíamos por un punto y faltaban tres segundos; un compañero me da la pelota y desde atrás de la mitad de la cancha tiré. La pelota jugueteó un poco en el aro y entró. Ganamos por un punto, y los padres de mis compañeros de fútbol, mis técnicos, toda la gente de Parque me quería matar. Es más, Pascual, el mozo del club (que es el mismo de aquel entonces) me dijo: "Cómo nos vas a ganar un partido a nosotros. Te vamos a tener que echar". Es el día de hoy que se acuerda y se larga a contarlo. Es que con ese tanto yo había ganado un clásico, y en los barrios esto significa mucho. El básquet era mi pasión, pero cuando fui creciendo también comencé a jugar al fútbol y hubo varios años en que hice las dos actividades. Hasta que cuando ya empezaba en las infantiles de Argentinos me tuve que decidir. Sin dudas que si fuera por mis padres me habría dedicado al básquet en GEVP, pero como la decisión fue mía hoy estoy jugando al fútbol. Mi actualidad no quita que para mi el básquet sea uno de los deportes más lindos y emocionantes. Siempre me gusta ver partidos, sea en la competición que sea. En los últimos años, cuando más fui a la cancha con continuidad fue cuando vivía en Madrid, y Lucas Victoriano jugaba en el Real. Entonces, como somos muy amigos, lo iba a ver muy seguido y disfrutaba mucho. Este fue mi primer deporte, y no lo tengo olvidado. En cuanto puedo me gusta jugarlo, lo que pasa es que a diferencia de otros como el tenis, que se juega de a dos, para jugar al básquet se necesita más gente que le guste y es difícil encontrar disponibilidad de tiempos. Lo que es indudable es que durante toda mi vida tendré un cariño muy grande por este deporte.