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DOS VECES CAMPEON CON EL SUB 20
En esta parte de mi historia me toca hablar de los seis meses más exitosos de mi carrera, en los cuales me tocó ser campeón en la categoría Sub 20 del Sudamericano en Chile en enero del 97 y sobre todo del Campeonato del Mundo en Malasia, en julio también del 97. En esos seis meses hice realidad todos los sueños que un pibe de 16 años puede tener en el fútbol. Encima, por si esto fuera poco, tuve la oportunidad de hacer uno de los dos goles argentinos en la final del Mundial contra Uruguay. Esta claro, más no se puede pedir. Con estricto orden cronológico empezaré a contarles lo del Sudamericano. Al no tener en ese momento continuidad en Real Madrid, y sabiendo de la falta de ritmo futbolístico que yo podía tener, José Pekerman les pidió a los dirigentes madridistas si podían acceder a cederme con un poco mas de anticipación que el reglamentario. Estos, sabiendo de lo que podía significar en mi crecimiento, aceptaron sin problemas. Por lo tanto, llegué a Argentina un mes antes del inicio del campeonato, y apenas llegado me tocó la parte más dura de la preparación, que era entrenarme solo con el preparador físico mientras mis compañeros estaban terminando la liga con sus clubes. Una vez finalizado el torneo local todo se hizo más ameno a medida que se sumaban los compañeros a la preparación. Así fue todo hasta saber que ya estaba dentro del plantel que jugaría el Sudamericano. Una vez confirmada la lista tuve una satisfacción bien de pibe: Pekerman me dio la camiseta número 10 y yo estaba contentísimo. Pero la alegría no me duró mucho, ya que no tuve un buen comienzo de campeonato. Aunque estaba bien físicamente, me faltaba fútbol, partidos, y eso se notó. Argentina se clasificó para la ronda final, pero a mí las cosas no me salieron nada bien en el último partido clasificatorio con Colombia: Pekerman me sacó a los 30 minutos del primer tiempo y realmente me sentí muy mal. La mano venía difícil y se venía lo mejor del torneo, ya que de seis selecciones clasificadas solamente tres irían al Mundial de Malasia. En los dos primeros partidos de la zona final no tuve mucha participación; es más, ante Venezuela fui al banco de suplentes. Pero José me devolvió la confianza y la titularidad en el partido más importante, ante Brasil. Y me fue bien a mí y al equipo, ya que les ganamos claramente a los brasileños y nos empezamos a perfilar como candidatos al título. Tres días después nos enfrentábamos a Chile, en la ciudad de Coquimbo, con un estadio repleto. El clima era hostil, nos insultaban cada vez que podían. El partido era definitorio: si ganábamos teníamos el pasaje asegurado al Mundial y casi éramos campeones. Pero si eso se daba, Chile, de local y con un muy buen equipo, se quedaba afuera de todo. A ese grupo de jugadores en el que estaban Cufré, Samuel, Placente, Markic, Riquelme, Aimar, Romeo, Sixto Peralta y tantos otros no le pesó todo lo que detallé anteriormente. Goleamos a Chile 3 a 0 jugando un partido inolvidable y terminamos aplaudidos por los 20.000 chilenos que estaban en la cancha. Primer objetivo cumplido: ya estábamos en el Mundial. Sólo faltaba el último partido, el último escalón para ver si podíamos salir campeones. Jugábamos con Paraguay y con el empate Argentina ganaba su segundo Sudamericano de la categoría en la historia (logró uno en 1967 con una definición por sorteo). Y aunque ese partido no jugamos realmente bien, salimos campeones y eso fue una gran alegría, ya que el grupo jugó el torneo con mucha presión porque el Sub 20 precedente había salido campeón del mundo. Con este título habíamos entrado en la historia y por eso festejamos mucho en la pileta del hotel donde estábamos concentrados. Fue un gran torneo en lo colectivo y un buen campeonato en lo personal. Ahora ya me toca contar sobre el Mundial de Malasia. La previa de este torneo fue para mí muy parecida a la del Sudamericano de Chile, aunque esta vez vine 45 días antes de que comenzara porque quería estar diez puntos físicamente. Yo me entrenaba en el predio de la AFA en Ezeiza seis días a la semana, mientras que mis compañeros apenas lo hacían tres, ya que ellos jugaban para sus clubes el torneo Clausura 97. Y era aún más difícil estar en la lista que viajaría, porque en vez de 20 jugadores como en el Sudamericano, al Mundial apenas viajan 18. Por eso, cuando Pekerman me confirmó en la lista fue una inmensa alegría. Sabía que podría seguir soñando en grande. Arrancamos muy bien el Mundial y ganando los dos primeros partidos, contra Hungría y Canadá. Consiguiendo apenas un empate en el último encuentro terminábamos primeros en la zona con todos los beneficios que eso trae, como no mudarte de ciudad y jugar contra equipos teóricamente más débiles. Pero lamentablemente perdimos un partido increíble ante Australia por 4 a 3 y eso cambió todos los planes. Habíamos sufrido un golpe fuerte, pero sabíamos que seguíamos en carrera para conseguir el gran objetivo. Con el antecedente de este partido con muchas desconcentraciones debíamos empezar a jugar las finales, partidos en los que si perdés te volvés. Y el primero fue ante Inglaterra, donde jugaba Michael Owen, y Argentina mostró autoridad y superioridad para ganar, para gustar y dejar en claro que ante Australia apenas había sido un mal partido. Pasada Inglaterra, seguía el tema de encontrarse con rivales potentes. Ahora se venía Brasil, el mismo equipo que habíamos vencido en el Sudamericano, pero ellos llegaban más enteros porque habían ganado la zona y tenían menos desgaste. Y ese día jugué mejor partido en el Mundial, en el puesto de volante central (lo venía haciendo como volante por la izquierda). Le ganamos 2 a 0 y el segundo gol arrancó en el área de Argentina con una gambeta mía. El sueño de toda la vida era realidad: ganarle a Brasil y dejarlo afuera del Mundial. Nosotros seguíamos y se venía la semifinal con Irlanda, aunque llegábamos mal porque en ese encuentro no pudimos contar con un montón de compañeros que estaban suspendidos o lesionados; igual ganamos 1 a 0 y clasificamos para la final frente a Uruguay. No es un partido que recordemos mucho por el juego, pero teníamos que valorar que fue el que nos dio el pasaje a jugar una final del mundo. El partido, si bien era diferente a todos porque era una final, tenía antecedentes. Frente a Uruguay habíamos perdido el único partido en el Sudamericano por 1 a 0 en la primera fase y en la ronda final empatamos 1 a 1 sobre la hora. Uruguay era un equipo difícil, duro, con jugadores con mucho oficio, también con talento y con hambre de gloria. Una final del Río de la Plata en Malasia, y qué final que fue. Todos los partidos se jugaban a la mañana bien temprano de la Argentina y nosotros sabíamos que para ese día mucha gente se levantaría a vernos. Era una obligación extra, la misma que teníamos porque el Sub 20 anterior había salido campeón ganándole la final nada menos que a Brasil. Esos eran los antecedentes y así fue el partido. Uruguay arrancó con todo y nos arrinconó ante nuestro arco. No le podíamos encontrar la vuelta y ellos se pusieron rápidamente en ventaja con un golazo de tiro libre de Pablo García. Pero no se quedaron ahí, ya que siguieron atacando y Leonardo Franco, nuestro arquero, se fue convirtiendo en figura. Y en nuestro peor momento llegó el empate: corner de Riquelme, yo le gano a mi marcador y de cabeza pongo el empate. Me abracé con todos y dediqué el gol a mis padres que estaban en la cancha. Pero la final seguía, no se detenía en mi gol. Y seguimos metiendo y en una buena jugada colectiva llegó el gol de Diego Quintana cuando terminaba el primer tiempo. Ganábamos 2 a 1, pero todavía faltaban 45 minutos que realmente fueron interminables. Con Uruguay atacando con todo y nosotros defendiéndonos hasta el final y tratando de aprovechar alguna contra. Pero no, todo quedo igual y fuimos campeones ganando 2 a 1. El árbitro pitó el final. En ese momento uno no sabe en qué pensar primero, es un instante para dejar salir todos los sentimientos juntos y disfrutar. Lógicamente lo primero que se viene a la mente es la familia, y todos los esfuerzos que han realizado ellos a mi lado para que yo pudiera estar viviendo ese momento único. Y llegó la vuelta olímpica, y los festejos, la entrega de premios, y uno teniendo el deseo de que ese momento sea interminable y nadie interrumpa semejante felicidad expresada de diferentes maneras. También, contradiciendo lo anterior, pensábamos en llegar lo más rápido posible a nuestro país para poder compartirlo con toda la gente que nos quiere. El viaje fue larguisimo, pero valió la pena, ya que cuando llegamos al país fue increíble el recibimiento de la gente, que en un día de lluvia y frío, nos fue a recibir y a agradecer por el título logrado. Fue todo un gran sueño, algo indescriptible. Con apenas 16 años había salido "Campeón del Mundo" con la Sub 20. Igual, el efecto del Mundial no terminó ahí. Me di cuenta de lo que significaba ese campeonato en todos lados ya que, por ejemplo, me llegaban cartas de jóvenes de Corea y de Japón, y cuando me tocó regresar a España me recibieron de otra manera. Hasta se escribieron columnas en los diarios españoles diciendo que no era posible que yo no tuviera un lugar en el Real Madrid. Malasia quedará siempre en mi memoria y en la de todos los argentinos. Fuimos campeones del mundo jugando bien, mostrando nuestro fútbol y ganándole a Brasil en cuartos y a Uruguay en la final. Ese 97 quedará grabado en mis retinas, ya que en apenas seis meses di dos vueltas olímpicas con la Selección. Algo realmente espectacular.