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EL CRECIMIENTO EN ARGENTINOS
Cuando tenía 10 años me llegó la posibilidad de jugar en cancha grande, que es lo que anhela todo chico, porque es allí donde los ídolos futbolísticos se desempeñan. Maradona o Redondo no juegan en el baby fútbol sino que lo hacen en el Monumental, en la Bombonera, en una cancha de 11 y ante miles de personas. Y a mí, en el 91 me llegó la oportunidad de empezar a jugar en las infantiles de Argentinos Juniors con el mismo grupo de chicos que lo venía haciendo en Parque. Es más, los sábados por la tarde jugábamos al baby y los domingos por la mañana representábamos al Bicho en los campeonatos de AFA. Sí, fue en ese año cuando me inscribieron en la AFA como jugador de Argentinos. Todos deben pensar que de pibe jugaba de cinco, pero se equivocan. Cuando arranqué en las infantiles de Argentinos lo hacía como segundo marcador central y me iba bastante bien, aunque los que sufrían un montón con mi juego y mi estilo eran mis compañeros, y sobre todo sus padres. Es que yo nunca revoleaba una pelota, siempre salía jugando y arriesgaba al máximo en cada jugada, y ése es un puesto en el que si perdés el balón, el delantero rival queda cara a cara con el arquero. En los tres años de Infantiles nunca pudimos ser campeones con la categoría 1980 de Argentinos porque Vélez tenía un equipo con chicos muy grandotes que nos superaban sobre todo desde el aspecto físico. Igualmente, cuando uno es chico lo importante es ir puliendo los defectos y nosotros lo hacíamos entrenando mucho la técnica. Hoy, cuando veo partidos de las ligas más importantes del mundo, les doy las gracias a mis técnicos Yiyo Andretto, Oscar Refojos y Ramón Maddoni porque ellos me estuvieron bien encima corrigiendo mis errores en la edad en la que uno está más predispuesto a cometerlos. Y, por suerte, hoy no tengo esas falencias básicas que tienen otros muchachos que lamentablemente no contaron con técnicos tan exigentes. En el primer año de Infantiles fuimos campeones, pero no en la Argentina. Tuvimos la suerte de ir a jugar un torneo Sub 11 a Italia y ahí dimos la vuelta olímpica. Lo que más recuerdo de ese viaje fue que nos sentíamos como jugadores profesionales, ya que estábamos en un hotel muy lindo, teníamos todos los elementos para practicar y, sobre todo, los partidos eran en canchas de equipos de Primera. Me quedó grabado a fuego el último encuentro, cuando le ganamos a la Selección de Italia y conseguimos el título. Fue hermoso cuando me entregaron el trofeo, ya que era el capitán del equipo. Ya un poco más tarde me llego el momento de cambiar de puesto. Como yo siempre jugando de marcador central tenía tendencia a ir hacia adelante con la pelota al pie, los técnicos me subieron un poco en la cancha y pasé a jugar como volante central o cinco. Y si bien soy un enamorado de ese puesto, en un principio me costó un montón. ¿Por qué? Es que jugando de seis tenía que marcar siempre al nueve y se me hacía más sencillo, en cambio de cinco me perdía un poco porque no sabía a quién marcar y cómo manejar los tiempos del equipo. Pero bueno, cuando uno es chico aprende fácil y los entrenadores me dieron la confianza para que juegue los últimos seis partidos del último año de Infantiles (1993) como volante central. Entonces, con tanto ensayo y error me acostumbré. Y llegó el primer gran desafío en cancha grande: ir a jugar un torneo nada menos que a Brasil como volante central. En ese torneo de la ciudad de Alegrete me fue bien, me sentí cómodo, como el patrón del equipo. ¿Cómo salimos? Terceros, pero fue una grandísima experiencia. Porque estábamos concentrados, los partidos se jugaban con mucha gente en la cancha que te insultaba como si fuésemos grandes y dos veces tuvimos que salir medio acostados en el micro porque nos tiraban piedras. Por momentos, nuestras vivencias fueron similares a las de los jugadores profesionales. Por todas estas cosas creo que fue una de las cosas que más me han hecho crecer en mi paso por Argentinos. Un poco mas adelante, ya en marzo de 1994, comenzó el campeonato de Novena y ahí se empezaron a notar los cambios con los de Infantiles: el torneo es más serio, no hay tantas diferencias físicas entre los chicos y ya todo es más organizado. La verdad es que cuando arrancó el torneo me tenía toda la fe porque el grupo de chicos estaba compacto, veníamos practicando un buen fútbol y eso se fue transmitiendo sábado tras sábado en los partidos que jugábamos en la vieja cancha de Argentinos o como visitantes. Esa Novena empezó a pegar en la gente y, al margen de los padres que nos iban a ver, algunos hinchas que viven cerca del estadio comenzaron a ser infaltables en cada encuentro. Arrancaron las buenas actuaciones con triunfos, después vinieron las goleadas, también los partidos en los que se sufría y llegamos a las últimas fechas punteros e invictos, con Independiente (donde jugaba Gabriel Milito) como escolta. Cada vez se acercaba más el final del torneo y todo era nerviosismo, los rivales nos jugaban a muerte y había que poner todo. Y llegó la anteúltima fecha en cancha de Racing, donde ganamos y conseguimos el título. Ese 94 fue muy lindo y recuerdo que, como cábala, todos los viernes comíamos un asado en mi casa con mi familia y algunos delegados del club, y siempre nos sentábamos en el mismo lugar, y comprábamos helado en la misma heladería. Fue un año fantástico: salimos campeones, jugamos un muy lindo fútbol y tuve la satisfacción de ser el capitán y el goleador del equipo con 17 goles en 30 partidos. Todo hacía pensar que ese equipo iba a seguir mostrando su fútbol en Octava, pero realmente apenas jugué pocos partidos en esa división. En el segundo encuentro de la temporada 95 jugábamos contra Ferro en La Paternal. Ese día me fue a ver Hugo Tocalli, quien era el ayudante técnico de la Sub 17, y jugué bárbaro, convertí tres goles y me salieron todas. Me convocaron para el Sudamericano, después el Mundial de la categoría y, entonces, recién disputé algunos partidos sobre el final del año. Con el envión que me dio jugar en las Selecciones Juveniles, rápidamente me subieron de división. En el 96 pasé con edad de Séptima a la Quinta. Y ese equipo que integré tenía una cantidad de jugadores de gran calidad, lean estos nombres: La Paglia, Riquelme, Emanuel Ruiz, Pablo Islas, Traditto, Denis, Ledesma, Lucas Gatti y mi hermano Nicolás en el arco. Era un equipo impresionante, se juntaba muchísima gente para vernos y era lógico, ya que todos esos chicos están jugando en Primera. Lamentablemente fueron muchos nombres, pero nunca se conformo un gran equipo. Y por eso teníamos partidos que eran un espectáculo y otros que no jugábamos a nada. Me acuerdo que fue un año muy especial porque jugar con mi hermano Nicolás fue muy lindo, pero al mismo tiempo bastante raro: por momentos le prestaba más atención a sus intervenciones que a lo que tenía que hacer yo, y a él le pasaba lo mismo. Pero bueno, lo disfruté aunque fue poco el tiempo que estuvimos juntos en esa Quinta, ya que en mayo fui a jugar con la Selección Sub 21 el Torneo de Toulon y después tuvimos la oferta del Real Madrid, y decidimos con Nicolás irnos a España. La verdad es que guardo el mejor de los recuerdos de mi paso por Argentinos. De los técnicos que tuve en Infantiles hasta Pepe Morales, Carlos Balcaza y la dupla Cadars-Soler, ya que todos me enseñaron muchas cosas. A pesar de la nula infraestructura, la falta de materiales y lugares idóneos para trabajar, este club saca muchos jugadores porque los técnicos se brindan el todo por el todo y porque los jugadores vienen con una base increíble de las Infantiles. También recuerdo con mucha emoción el hecho de haber jugado en Boyacá, la cancha en donde han triunfado jugadores de la talla de Borghi, Batista, Redondo, Caceres y muchos otros de gran nivel. Y. por si esto fuera poco, allí debuto en Primera división el mejor jugador de todos los tiempos: lógicamente me refiero a Diego Armando Maradona.