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LA TRISTEZA DEL PREOLIMPICO
Este es el momento en el que me toca escribir sobre la experiencia más triste que viví en mi carrera. Lógicamente, el hecho de estar en la Selección Argentina es una gran emoción, pero fue tan negativo el resultado final que todo se transforma inmediatamente en una vivencia para el olvido. Por si alguien no presto atención al título, estoy hablando del Torneo Preolímpico de Brasil en el 2000. Cuando el período mágico de las Selecciones juveniles estaba por terminarse por un tema de edad, llegaba este torneo Preolímpico Sub 23 que nos daba la posibilidad de soñar con una participación nada más ni nada menos que en los Juegos Olímpicos de Sydney. Otra vez bajo la conducción técnica de José Pekerman tenía la posibilidad de vestir los colores de Argentina en un evento internacional, y con un plantel que a priori hacía ilusionar al país entero por la calidad de jugadores con los que contaba y el presente que cada uno de ellos estaba viviendo en su club. Todos, a pesar de la juventud, estábamos jugando en primera división con continuidad y contábamos con una muy buena experiencia en selecciones juveniles. Si comenzara en este momento a recordarles quiénes eran estos jugadores de los que les hablo, seguramente estaríamos un largo rato tratando ustedes y yo de encontrar una explicación al resultado final. Pero bueno, una vez más el fútbol hacia una demostración de que sólo con un equipo plagado de grandísimos jugadores a veces no alcanza para llegar a los triunfos. Y así fue que no conseguimos el pasaje para Sydney 2000. Sólo para ampliarles un poco, les cuento que este torneo se llevo a cabo en el sur de Brasil, en las ciudades de Londrina y Cascabel. Fue en enero del 2000 y con una temperatura altísima, como es habitual para esa época en dicho país. Los finalmente clasificados para Sydney fueron dos, como establecía la competición: el local Brasil y Chile, que fue quien nos eliminó directamente en el último partido que definía todo. Seguro que no era el resultado deseado por nosotros, pero también hay que reconocer que fue justa la clasificación de estas dos selecciones por lo hecho en el campo de juego. Nosotros no estuvimos tan lejos, pero las cosas por algo se dan, y creo que un buen deportista tiene que saber perder. Cuando todo se terminó yo sentía un dolor especial, porque como amante del deporte en general que me declaro, participar de unos Juegos Olímpicos habría sido una sensación única de vivir, y que probablemente no tenga ya la posibilidad de probarla. En definitiva, la experiencia ha sido totalmente negativa, pero yo no podía dejarla pasar y no escribir sobre ella un capítulo de Mi Historia: de hecho, no todo es color de rosa en la carrera de un jugador de fútbol y de las cosas negativas también se debe aprender. Esos momentos, además, ayudan para saber quiénes son las personas que están al lado de uno cuando las cosas van mal. Esa es la gente con la que uno puede contar en su vida, ya que son los que ponen el hombro en un mal momento. Sabido es que en las fotos de campeón toda la gente quiere estar presente. Todas estas enseñanzas me ha dejado esta derrota tan importante, pero no les voy a mentir a ustedes: la verdad es que toda la vida prefiero ganar siempre y no enterarme de estas cosas.